Gula

De las 80.000 islas que rodean el extremo nororiental de Europa, Gula es una de las más visitadas. Ciertos factores climáticos, que aun no han  podido ser determinados, generan  en el  sesgo de sus lagos, el crecimiento de flores de una belleza absolutamente  extraordinaria. El colorido intenso y la sinuosidad de los pétalos hacen de esta especie vegetal un verdadero enigma para la botánica, porque sus formas se aproximan más a las plantas tropicales que a la escasa flora que apenas subsiste en esas latitudes.

Gula, entonces...por sus flores al borde del hielo ártico... flores voluptuosas, inmensas, insolentes, arraigadas a la tierra de un paisaje de vientos helados, una tierra desolada, que no espera nada, que no dice nada, que no tiene nada más que a sí misma, y es como una huella de algo que pasó, como el latido de algo que todavía existe en la memoria.

En la pintura de Sofía Böhtlingk y Mercedes Pérez San Martín hay una tensión similar: formas sensuales, luminosidades, colores planos, fluorescentes y radiantes, por un lado; y formas austeras,  penumbras y colores profundos e intensos, por otro. En esas atmósferas en oposición se genera un  extraño diálogo; las zonas de Sofía hablan de algo que se va y se diluye en la uniformidad del color, como si fuera a hundirse en el pasado. En cambio, las figuras de Mercedes nos hablan de la materialidad concreta y sensual de las formas, de algo que está ahí, presente, vivo...

Gula, glutire, también significa devorar, y se remite en sus resonancias morales a uno de los 7 pecados capitales. Se dice que el exceso y la intemperancia caracterizan el estado de la Gula, y que  su opuesto es la templanza y la moderación. En Gula nos encontramos con  dos pintoras devoradoras. Su hambre insatisfecha es un hambre de pintura, pura necesidad de nutrirse con la imagen. Y sus ansias no se colman nunca  porque no hay elemento que pueda apagar ese deseo, sino que crece continuamente.

Gula, entonces...entre la belleza imposible de un espacio en donde conviven el pasado y el presente, y el deseo implacable  por el arte. Desde allí, y con la voracidad del talento  que las anima, las jóvenes pintoras nos convocan a entrar en los espacios que crean sus pinturas.  

 

Maria Zorraquin,

 3 de Marzo, 2006.